Desde su publicación por primera vez, las normas ISO han contado con la aprobación internacional en los diversos sectores donde se les ha aplicado. Estas se encargan de garantizar la calidad de los productos, pero su aplicación en una empresa de envases de plástico no responde únicamente a dicho factor sino también a la necesidad de reducir el impacto ambiental derivado de su funcionamiento.
A nivel mundial existe un debate en torno al plástico. Por una parte, es innegable el aporte que dicho material ofrece a la humanidad. Con él no solo se fabrican envases sino una gran cantidad de productos de uso diario, en diversos ámbitos, incluidos el de la salud. De modo que no puede ignorarse su relevancia en la actualidad.
Pero por la otra, debe reconocerse que este es el responsable de muchos de los accidentes ambientales que sufre el planeta Tierra y por ende, es un material cuyo uso debe efectuarse bajo una regulación a través de la cual se evite o reduzca el daño que causa al medioambiente.
Es así, como entre las diversas normas locales, nacionales y continentales, se erigen las normas ISO y se convierten en una referencia mundial, que unifica el desarrollo de las empresas dedicadas a la elaboración de envases de plástico.
En este sentido, desde la Organización Internacional de Normalización se han hecho esfuerzos por garantizar que los envases de plásticos no sean perjudiciales para las personas ni el medioambiente. Las normas desarrolladas al efecto, abarcan temas tales como la inocuidad de los alimentos, las reglas mínimas que deben cumplir los empaques de medicinas y los niveles de carbono y otros aditivos que se pueden permitir en la fabricación de contenedores.
Tal vez todavía falte mucho para poder afirmar que el plástico es inofensivo en términos ecológicos. No obstante, debe reconocerse que se ha avanzado notablemente en esta dirección y que sí es posible alcanzar dicha meta.